Cojo un par de mudas, varias camisetas y pantalones. Decido no coger zapatos, los que llevo puestos me sirven para un par de días.
Rompo la hucha en la cual guardo los ahorros desde que empecé a usar la cabeza. 500 euros, no es mucho para llevar tanto tiempo ahorrando... No me importa. Cojo la mochila en donde guardé la ropa y meto el dinero. En el último momento me acuerdo de coger un par de libros y un poco de comida. También lo meto en la mochila. La carta que les escribí a mis padres y al pequeño de Mateo la dejo encima de la mesa del comedor.
He decidido salir unos días por ahí sin rumbo. No os preocupéis, voy a estar bien. Necesito un poco de libertad, entenderlo.
Llevo el móvil, por si os sirve de consuelo. No lo tengo pensado usar, solo en caso de emergencia.
Ya lo he dicho antes: unos días. Dos, tres... Cinco como mucho.
Os cojo la cena que sobró de ayer y una botella de agua.
Mateo, que no me entere que andas llorando por ahí, ¿eh?
Un beso, familia. OS quiero mucho.
Firmado, vuestra hija.
Necesitaba escribirles algo a la familia. Sobre todo al pequeño de Mateo. Siempre que se despierta viene a junto mía y me da un gran abrazo, es la alegría de la casa. Va a ser lo que más eche de menos estos días. A Mateo, sus abrazos y, como no, los postres de la abuela.
Cuando me dispongo a salir de casa ya está amaneciendo. Empiezo a andar rumbo a la estación de buses. Una vez allí me quedo mirando el panel de salidas. El primer autobús que sale se dirige a Madrid. No me lo pienso dos veces. Voy a la taquilla a por el billete.
Entro en el bus, veo como todo el mundo se despide de la gente que coge el mismo que yo.
No puedo evitar que se me humedezcan los ojos. Abro la mochila con la intención de buscar el reproductor. El bus empieza a moverse. Dejo de buscar y pienso:
"Ya no hay vuelta a atrás. Madrid me espera. Hola, libertad"
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