Si quieres, podemos pasarnos la vida en un cruce de miradas continuo, pero silencioso. Puedes llamarme de vez en cuando, tratárme como si habláramos habitualmente y fuéramos amigos de toda la vida, para después, colgar el teléfono durante varios días, incluso semanas. Si quieres, puedes olvidarte de que existo durante un tiempo y, más tarde, cuando te sientas solo, me pides perdón y volvemos a empezar de cero.
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