Mira al cielo y empieza a andar con esos pequeños pies firmes, que siempre dejan huella aunque no haya barro. Sus uñas, pintadas de cualquier color, decoran el final de sus dedos, enfundados en unas sandalias de cuero ya gastadas de tanto andar por las aceras del mundo, a veces, éste se le queda pequeño.
El flequillo, cortado a su manera, los pitillos, desgastados y esas manos, siempre llenas de anillos. Risa contagiosa e incapaz de contener.
Y así, con sus labios rojos, sus pequeños pies, ese flequillo y sus desgastados pantalones sigue su camino, siempre con una sonrisa pintada en la cara. Nunca se detiene, sólo para observar, bailar o pegar un gran salto.
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